Angfärn. Un clan de guerreros, un clan poderoso que, desde hacía dos inviernos, sólo crecía en miembros y seguidores; pues su fama empezaba a extenderse por todo el continente y por todos los archipiélagos. El actual patriarca del clan siempre fue un hombre respetuoso con todo aquello que no fuesen sus enemigos, de especial manera lo era con los dioses. Ahora, junto con su flota en aumento de nada más y nada menos que seis drakkars, surcaba el mar de vuelta a su hogar. Fue cuidadoso, cada bagel transportaba varios pilares de madera con imágenes del dios al que rogaban protección: el poderoso Thor. En su travesía de vuelta, ya habían lanzado al fondo del mar la mitad de los pilares, acción que, según la tradición, les proporcionaría una salvaguarda en los embravecidas mareas.
El líder del clan dio la orden y, nuevamente, seis pilares de madera cayeron al agua; hundiéndose lentamente. Algo, pues "algo" es ya especificar de sobremanera, estaba observando el descenso de los pilares al abismo helado. Los observaba desde abajo y ahora... ese algo... emergía.
Los pilares habían sido tallados y preparados con pasión y admiración por los buenos y fieles hombres del clan Angfärn. Los dioses los habían escuchado, pero hay cosas de las que incluso los dioses no pueden protegernos. Esa pequeña franja de océano en la que antes se encontraban las seis embarcaciones y los más de cien hombres quedó en calma y vacía de vida en menos segundos que hombres había.
No hubo testigos de la desaparición del clan, pero todos los que contaron su desgracia causaban estupor en los rostros de los niños al mencionar a la bestia.
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