—Hermanito, ¿sigues ahí? —preguntó el niño rubio.
—Sí, sigo aquí —respondió el niño pelirrojo.
—Como te decía, seguí al extraño cuando se fue de la aldea, le faltaba un brazo, ¿sabías? Pero parecía que le daba igual, cogió sus cosas y ¡ala! Se fue de la aldea. Padre y madre dijeron que no me acercara a él cuando pasó cerca de casa pero cuando ellos entraron yo dije que iría a jugar pero al final no fui a jugar, ¿sabías? Oye... ¿Sigues ahí?
—Sí... sigo aquí.
—Pues eso, seguí al extraño fuera de la aldea y entonces se metió en el bosque y caminamos y caminamos y caminos y empezó a hacer más frío y más frío y más fríiiio y luego resulta que se volvió de noche, ¿sabías? Pero era una noche rara, no había ninguna estrella ni nada, el cielo estaba enteeeeeero de negro y tampoco había luna, ¿sabías? Oye... ¿sigues ahí?
—Sí.
—Y de repente el bosque se acabó y había una pradera muuuuy enorme con hierbas altas y muuuuy oscuras, no había luz, pero podía ver igual. Estaba el extraño y también había alguien más, era altíiiiiisimo, de como diez metros y tenía una túnica negra con una capucha. Al principio le daba la espalda al Einherjar, estaba ocupado cavando un agujero en el suelo con una pala gigantesca. Había muchos agujeros en el suelo, miiiiles de ellos, algunos estaban vacíos y otros estaban llenos pero toooooodos tenían unas piedras al lado con nombres escritos. ¿Sigues ahí? Supongo que sigues ahí. El extraño hablaba a la figura alta de la capa negra y raída, creo que estaba cubierta de telarañas, daba bastante asquito. Entonces el altísimo se dio la vuelta y se inclinó frente al extranjero. Luego de su espalda salió un brazo súuuuuuuuper largo que metió la mano en uno de los agujeros que ya estaban tapados y sacó un brazo. Se lo puso al extraño donde se le acababa el suyo y de repente unos hilos empezaron a coser el brazo nuevo al cuerpo del extraño. Me miró, ¿sabías? El altísimo me miró no se le veía la cara porque la capucha se la tapaba pero había unos puntitos amarillos que sí que se veían, eran ojos; tenía miiiiiles de ojos y todos eran dorados y brillantes y toooodos ellos me miraban a mí. Escuché una voz en mi cabeza, bueno, eran muchísimas voces, igual que ojos tenía, ¿sabías? Las voces dijeron: "No debes estar aquí. Vete por donde has venido y no cuentes lo que has visto a nadie. Si le cuentas esto a alguien, morirá". Y entonces sentí cosquillas, muchos cosquillas, por todas partes. Tan pequeñitas... Sus diminutas patitas subiendo por mi cuerpo... Las lucecitas de sus ojos y la negrura de sus boquitas... ver sus colmillitos tan cerca... Esas arañitas... Eran tan hermosas... Parece que aún las veo... A veces creo ver el interior de sus diminutos estómagos. Eran tan hermosas... Hermanito, ¿sigues ahí? ¡Casi se me olvida decirte una cosa! Antes de los bichitos vi algo. De entre todos los agujeros había uno más pequeño y tu nombre estaba en la piedra que tenía al lado, ¿sabías?
Tardaron cerca dos horas en sacar al niño pelirrojo de la maraña de telarañas que le cubría.
Algunos vomitaron cuando vieron que los gruesos y pegajosos hilos salían de la boca, del estómago del niño de pelo rojizo.
Algunos vomitaron cuando vieron el el rostro de su hermano de claros cabellos que, ignorante de la situación, seguía hablando con su hermano.
Los padres de los niños prepararon un funeral para el niño pelirrojo, el niño rubio no pudo verlo, pues las hermosas arañitas se llevaron sus ojos.
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